
Este monólogo va dedicado a Brian, que su clase lo ama.
El compositor ruso Vladimir Kristovski es mundialmente conocido por su música para bebés, a pesar de ser esteril. Nacido en un pobre hogar de Moscú, desde muy chico Kristovski ha demostrado tener un gran oído musical. Su padre, Dimitri, alguna vez dijo "Ejecuta tan armoniosamente, que la paz en este hogar es absoluta” refiriéndose a que su hijo muy a menudo tocaba su teclado con la opción “MUTE”.
De niño, Kristovski estuvo obligado a soportar los graves problemas económicos de su familia y la falta de metódos anticonceptivos en su época. Es por eso, que desde joven tuvo que trabajar ayudando a su madre en el cuidado de sus 18 hermanos. Una vez, mientras bañaba a los bebés, el joven compositor notó que en realidad eran 19. Y a este último lo vendió.
Más allá de esto, Kristovski desarrolló diferentes formas de entretener a sus familiares, usualmente recurriendo a la música. Una tarde, harto ya de hacer golpear un pedazo de madera contra su cabeza, el compositor grabó el sonido de sus hermanos llorando en un pequeño grabador portátil que su amiga Sveta le había prestado. El resultado fue magnífico, aunque no podía reconocer aquellos ruidos secos que sonaban cada tanto. Grande fue su asombro al enterarse de que se trataban de flatulencias.
Luego de tener todo ya en una cinta, Kristovski mezcló estos sonidos con una canción para cuna ejecutada por un piano y percusión. Contento con su creación, envió esto a las oficinas de Radio Soviética. Pronto periodistas de todo el mundo llegaron y comentaron sobre sus obras. El reportero americano, John Nashville, dijo “Kristovski es el único ruso que no es dueño de una música fría. Es la originalidad lo que lo mantiene vivo”.
Sin embargo, con el correr de los años, a Kristovski se le fue desparramando el éxito y su imagen se fue desmejorando. Principalmente por la aparición de las primeras canas. Al principio sus piezas se escuchaban en todas las guarderías del país y hasta existió una presentación junto a la Sinfónica de Bebés Superdotados. Aún así, la respuesta del público fue aberrante, ya que la mayoría de la audiencia tenía hambre y no había tomado la teta. Periódicos de todo el mundo volvieron a hablar del compositor, pero esta vez para decir “Kristovski siempre se inspiró en los pequeños. En los pequeños logros. Su música resulta un susto para las jóvenes parejas, y una tormenta para los ya casados”.
Acosado por numerosas deudas, criticado por tantos diarios, y tan necesitado por sus 18 hermanos, Kristovski huyó de Moscú y trató de suicidarse en reiteradas ocasiones.
La primera fue cuando, desesperado, se arrojó sobre las vías del ferrocarril. Lamentablemente, para su desconsuelo, la estación estaba abandonada y el tren ya no pasaba por allí.
La segunda fue cuando ocasionó un gran incendio en un edificio en el que él mismo se encerró. No obstante, el edificio era una Estación de Bomberos y las llamas pronto se extinguieron.
En el tercer intento, Kristovski pasó 23 días sin comer. Más tarde, se dio cuenta de que ya se había venido aguantando 10 años y esta oportunidad tampoco ocasionó efecto alguno.
Finalmente, este hombre tan desdichado se sentó a pensar cuál sería la mejor forma de matarse. No encontraba respuestas y seguía pensando. Hasta que lo mató la intriga.
El compositor ruso Vladimir Kristovski es mundialmente conocido por su música para bebés, a pesar de ser esteril. Nacido en un pobre hogar de Moscú, desde muy chico Kristovski ha demostrado tener un gran oído musical. Su padre, Dimitri, alguna vez dijo "Ejecuta tan armoniosamente, que la paz en este hogar es absoluta” refiriéndose a que su hijo muy a menudo tocaba su teclado con la opción “MUTE”.
De niño, Kristovski estuvo obligado a soportar los graves problemas económicos de su familia y la falta de metódos anticonceptivos en su época. Es por eso, que desde joven tuvo que trabajar ayudando a su madre en el cuidado de sus 18 hermanos. Una vez, mientras bañaba a los bebés, el joven compositor notó que en realidad eran 19. Y a este último lo vendió.
Más allá de esto, Kristovski desarrolló diferentes formas de entretener a sus familiares, usualmente recurriendo a la música. Una tarde, harto ya de hacer golpear un pedazo de madera contra su cabeza, el compositor grabó el sonido de sus hermanos llorando en un pequeño grabador portátil que su amiga Sveta le había prestado. El resultado fue magnífico, aunque no podía reconocer aquellos ruidos secos que sonaban cada tanto. Grande fue su asombro al enterarse de que se trataban de flatulencias.
Luego de tener todo ya en una cinta, Kristovski mezcló estos sonidos con una canción para cuna ejecutada por un piano y percusión. Contento con su creación, envió esto a las oficinas de Radio Soviética. Pronto periodistas de todo el mundo llegaron y comentaron sobre sus obras. El reportero americano, John Nashville, dijo “Kristovski es el único ruso que no es dueño de una música fría. Es la originalidad lo que lo mantiene vivo”.
Sin embargo, con el correr de los años, a Kristovski se le fue desparramando el éxito y su imagen se fue desmejorando. Principalmente por la aparición de las primeras canas. Al principio sus piezas se escuchaban en todas las guarderías del país y hasta existió una presentación junto a la Sinfónica de Bebés Superdotados. Aún así, la respuesta del público fue aberrante, ya que la mayoría de la audiencia tenía hambre y no había tomado la teta. Periódicos de todo el mundo volvieron a hablar del compositor, pero esta vez para decir “Kristovski siempre se inspiró en los pequeños. En los pequeños logros. Su música resulta un susto para las jóvenes parejas, y una tormenta para los ya casados”.
Acosado por numerosas deudas, criticado por tantos diarios, y tan necesitado por sus 18 hermanos, Kristovski huyó de Moscú y trató de suicidarse en reiteradas ocasiones.
La primera fue cuando, desesperado, se arrojó sobre las vías del ferrocarril. Lamentablemente, para su desconsuelo, la estación estaba abandonada y el tren ya no pasaba por allí.
La segunda fue cuando ocasionó un gran incendio en un edificio en el que él mismo se encerró. No obstante, el edificio era una Estación de Bomberos y las llamas pronto se extinguieron.
En el tercer intento, Kristovski pasó 23 días sin comer. Más tarde, se dio cuenta de que ya se había venido aguantando 10 años y esta oportunidad tampoco ocasionó efecto alguno.
Finalmente, este hombre tan desdichado se sentó a pensar cuál sería la mejor forma de matarse. No encontraba respuestas y seguía pensando. Hasta que lo mató la intriga.